A lo largo de la vida nos enfrentamos a muchos tipos de pérdidas: de una relación, de una vivienda, de un trabajo… o de un ser querido. Éste caso es uno de los más duros de afrontar, sobre todo dentro de una sociedad donde se habla poco de la muerte.
El duelo es un proceso de adaptación vital y reconstrucción personal, aunque supone una de las experiencias más dolorosas por las que podemos pasar, sobre todo cuando nos ocurre a nosotros pero también cuando estamos frente a alguien que ha perdido a alguien importante en su vida y no sabemos qué hace ni qué decir. Esto forma parte de esa cultura y creencias hacia la muerte.
Cada persona tiene una manera diferente de afrontar la pérdida, según sus recursos psicológicos y emocionales, su personalidad, etc..
Hay manifestaciones normales dentro del duelo y otras que se desvían un poco hacia lo que se denomina “duelo patológico”. El “duelo no complicado” abarca un amplio abanico de sentimientos, síntomas físicos y conductas que son normales después de una pérdida: shock, tristeza, enfado, culpa y autorreproche, ansiedad, soledad, fatiga, impotencia, anhelo, insensibilidad, alivio, somatizaciones, falta de apetito, problemas de memoria, incredulidad, alucinaciones, trastornos del sueño, atesorar objetos que pertenecían al fallecido, visitar o evitar lugares que le recuerden a él, buscarlo y llamarlo en voz alta, llorar, etc…
Si aparecen otro tipo de manifestaciones patológicas o no aparece ningúna respuesta normal habría que acudir a un experto para que nos ayude a elaborar el duelo de forma que no sea insana
Así que si tenemos estas reacciones o vemos que las tiene una persona en una situación de duelo, podemos pensar que está haciendo un duelo normal, con el tiempo irá elaborando la pérdida y aprenderá a vivir sin esa persona.
Mucho éxito y buena semana