Cuando hablamos de emociones solemos distinguir entre emociones positivas y negativas, de modo que las positivas son la alegría y el amor y las negativas el miedo, la ira y la tristeza.
Quiero dar protagonismo en mi blog a esas emociones mal llamadas negativas, desde aquí adelanto que las emociones no son positivas o negativas, todas las emociones son necesarias y adaptativas, lo positivo o negativo es lo que hacemos con ellas. Es verdad que algunas nos resultan más incómodas pero es necesario sentirlas y escucharlas.
A lo largo de estas semanas hablaré de cada una de las emociones «incómodas» para que tengáis clara cual es la función que cumplen y para que las necesitamos y también algún truco para aprovecharlas y que nos sirvan como lanzadera en lugar de que nos pesen y no nos dejen avanzar.
Hoy hablamos del MIEDO
¿que nos dice el miedo?
El miedo principalmente nos permite la supervivencia ¿os imagináis que aparece de pronto un león hambriento en vuestra casa? ¿cual creéis que sería vuestra reacción si no tuvierais miedo? Pues probablemente os quedaríais a comprobar que ocurre y acabarías devorados. El miedo es innato y nos ha permitido evolucionar y mantenernos con vida en las condiciones tan extremas en las que vivían nuestros antepasados, hoy en día el miedo tiene otra forma, los peligros no son los mismos pero sigue siendo imprescindible para la supervivencia, solo tenemos que ver lo que ha estado pasando después de los atentados de París, la gente tenía miedo y no salía de sus casas en Bruselas por la amenaza que todavía se mantenía en el aire, en este caso el miedo y la precaución tienen sentido porque nos ayudan a mantenernos con vida.
Cuando aparece el miedo lo podemos colocar en tres posiciones: delante de nosotros, detrás o a un lado. Lo que ocurre si lo colocamos delante es que probablemente no nos deje avanzar y nos impida llegar a nuestro objetivo. Si lo colocamos detrás lo que va a ocurrir es que nos va a empujar hacia el objetivo impidiéndonos disfrutar del camino y aprender de lo que va pasando. Si lo coloco al lado, le doy la mano y caminamos juntos hacia mi objetivo, mientras hablo con el y le escucho de forma que me sirve para ser prudente, estar preparada, planificar, pedir ayuda, programarme,…
El miedo es necesario para hacer todas estas cosas pero solo me sirve si lo escucho, si prestas atención el miedo te dirá lo que necesitas para caminar solo hacia tu objetivo, si no o escuchas te bloqueará o hará que te precipites, en cualquiera de los dos casos no consigues tu objetivo.
Merece la pena poner el oído en nuestras emociones
Otra cosa diferente son las fobias o el miedo irracional cuando la fuente que lo genera no es realmente peligrosa pero la interpretación que hacemos de ello nos causa terror. No es irracional tener miedo a las serpientes venenosas que nos pican y pueden provocarnos la muerte o a un león hambriento, es un peligro real y el miedo nos ayuda a salir corriendo para proteger la vida, pero ¿que ocurre con el miedo a otras situaciones o elementos que realmente no son peligrosos para la supervivencia (las arañas en este país no pican y te matan, aquí no hay leones que amenacen nuestra integridad, los perros salvo que sean peligrosos y estén sueltos tampoco hacen nada, una jeringuilla tampoco nos matará,….) sin embargo estas y otras situaciones pueden provocar en las personas que sufren fobia ataques de pánico como si realmente su vida peligrara.
Aquí se ve muy claro como no es la emoción sino lo que hacemos con ella lo que resulta negativo, por supuesto las fobias son muy incapacitantes y las personas que las sufren tienen que hacer terapia en muchas ocasiones para conseguir hacer una vida normal pero racionalmente ese miedo es desproporcionado y tiene que ver más que con el peligro real con la interpretación que hacemos del estímulo fóbico
Mucho éxito y buena semana