Enfrentarse a un diagnóstico de cáncer es una experiencia complicada, ya que se pasa de ser una persona con las preocupaciones y problemas cotidianos, a ser una persona con una enfermedad seria.
La mayoría de las personas diagnosticadas de un cáncer sufren un gran impacto emocional al recibir la noticia. Las reacciones son muy diferentes, hay tantas como personas: algunas se ponen muy nerviosas, agitadas, irascibles…, otras se sienten tremendamente tristes o se encierran en sí mismas.
Si estas reacciones iniciales se prolongan en el tiempo, son demasiado intensas o producen un importante sufrimiento, es aconsejable acudir a un profesional. Sobre todo hay que prestar mucha atención a las personas que anteriormente hayan padecido algún trastorno psicológico (ansiedad, depresión…), ya que estos momentos son muy complicados y pueden sufrir una recaída.
COMO AFRONTAR ESTA SITUACIÓN
– Los sentimientos de tristeza, rabia, irritación o temor son normales, sentirlos no significa ser débil y no hay que sentirse culpable por tenerlos.
– Hay que pensar mucho en la situación. En muchas ocasiones, cuando se está sometido a emociones intensas, no se ve con claridad y objetividad la situación en la que nos encontramos.
– Modificar los aspectos que se puedan cambiar. Aunque es cierto que no podrán cambiar muchas de las circunstancias que provocan los sentimientos negativos, pequeños cambios en el entorno, en la actitud y en el comportamiento de las personas que están alrededor, a veces pueden eliminar o aliviar la situación de malestar.
– Compartir los sentimientos con las personas de confianza. Las emociones, tanto las positivas como las negativas, no son buenas ni malas, sólo pueden hacernos daño cuando se acumulan dentro y no somos capaces de facilitar su desahogo.
Pautas generales para afrontar la enfermedad
Durante el proceso de adaptación puede ser de gran ayuda expresar lo que se siente. Es conveniente no negar las emociones y buscar formas que permitan el desahogo.
No sirve de nada no sentir, aunque se repriman, las emociones siguen estando y antes o después aparecerán.
Es fundamental comunicarse con la familia. Hay que compartir los sentimientos y hablar con franqueza sobre todo lo que molesta, incomoda o asusta. Es importante no mostrarse agresiva o ponerse a la defensiva ante las respuestas de los otros. Hay que expresar claramente a los familiares la necesidad del silencio y la soledad.
Es importante considerar que, en mayor o menor medida, todos los miembros de la familia se ven afectados por la enfermedad. En poco tiempo deben adaptarse a muchos cambios y no siempre se sienten preparados.
En ocasiones desconocen cómo cuidarte, cómo apoyarte para que expreses abiertamente tus temores y emociones, cómo hablar de temas difíciles o facilitar la toma de decisiones. Conocer el diagnóstico y saber que cuentas con ellos, facilita su adaptación.
Desde el momento en que se produce la sospecha de enfermedad hasta que se produce el diagnóstico, la mujer va a estar sujeta a un estado ansioso muy elevado. Todo se complicará si perdemos la calma; el estado ansioso puede ser contraproducente para el buen seguimiento del tratamiento posterior. De ahí la importancia de mantener la calma y de sustituir los pensamientos negativos catastrofistas por otros más realistas y llevaderos.
Además del diagnostico propiamente dicho, existe otro fantasma motivo de preocupación y desasosiego en la mujer: la operación del pecho o mastectomía. Esta operación hace que la mujer sufra una crisis de identidad ya que pierde una de las partes del cuerpo que más se identifican con la feminidad. A pesar de tratarse en su mayoría de mujeres adultas con una vida familiar resuelta, es normal que aparezca en la mujer la sensación de pérdida de atractivo sexual, pérdida de belleza y poca capacidad de seducción.
Por esto es muy importante que el marido participe desde un principio en toda la evolución de la enfermedad y en las decisiones que la mujer debe ir tomando, con el fin de que su aptitud ayude a la mujer a sentirse más apoyada y querida.
Cuando nos enfrentamos a una enfermedad con tan mala fama y que da tanto miedo, es difícil mantenerse sereno y tranquilo, pero lo mejor que podemos hacer es intentar vivir el día a día y no pensar en el futuro. Nuestra capacidad imaginativa puede llevarnos a distorsionar y exagerar situaciones que tal vez cuando las vivamos no resulten tan traumáticas. Tengamos en cuenta que la anticipación negativa es una fuente de ansiedad muy grande en estos casos.
Hay que mantener el ritmo de vida
Es importante mantener nuestro ritmo de vida habitual. Si eres trabajadora, intenta asistir al trabajo siempre que puedas, dándote un margen para operación y tratamientos. Solicita a tus superiores la asistencia al trabajo los días que te encuentres bien, a pesar de estar de baja, te ayudará a entretenerte y a desconectar, te sentirás útil y no te desvincularás de tu vida cotidiana.
Organiza actividades de ocio que no requieran mucho esfuerzo y que te ayuden a disfrutar a ti y a los tuyos. Fomenta las reuniones con amigos e intenta sacar temas de conversación no asociados a la enfermedad.
Ten paciencia y esperanza, el camino es duro, pero muchas mujeres salen y siguen sus vidas felizmente.
¿Por qué no vas a ser una de ellas?
Feliz semana