Vivimos en una sociedad muy competitiva. Esto podemos verlo desde la infancia en el colegio hasta las edades más maduras. Aprendemos que no es más importante hacer las cosas bien sino hacerlas mejor que los demás.
Ser competitivo con uno mismo e intentar superarse y mejorar es muy interesante porque nos permite avanzar y mejorar.
La competencia interindividual también puede ser un estímulo importante conseguir un nivel de progreso individual o social más elevado, pero si vivimos esa competencia de forma exagerada es probable que generemos frustración, envidia y por lo tanto agresividad. La frustración surgiría cuando una persona comprueba que es superada por otras a pesar de haberse esforzado al máximo, lo que se puede traducir en reacciones depresivas o agresivas dirigidas hacia personas en particular o hacia la sociedad en general, favoreciéndose de este modo la violencia y la desadaptación social.
La envidia se relaciona directamente con la competitividad, ya que en un clima competitivo, el éxito de los demás, puede ocasionar sufrimiento; o bien, el fracaso de los demás puede constituir una fuente de satisfacción, ya que en ambos casos queda el competidor relegado a un segundo puesto. La alegría ante el mal ajeno y el sufrimiento por el bien de los demás constituyen los radicales básicos de la envidia.
A nivel individual, el espíritu competitivo actual ha disminuido notablemente la tendencia a colaborar con los demás, lo que se puede observar especialmente dentro del mundo laboral, donde cada vez se ayuda menos al «otro» por temor a que pueda destacar más que nosotros.
Sin embargo la cooperación también es algo inherente a la psicología del ser humano, por ejemplo las personas que mantienen una conversación, guardan su turno para hablar, si voy a pasar por una puerta giratoria adapto la velocidad a la del resto de personas para no acabar golpeándome, cuando guardo filas lo hago en función de una regla que es «el que llega primero se coloca primero»
Parece pues razonable esperar que en las situaciones que requieren cooperación para la satisfacción conjunta de los objetivos la gente se comporte de un modo que promueva la armonía y reduzca las fricciones.
“Dilema del prisionero” es el nombre de un juego que practican los psicólogos con el fin de estudiar el desarrollo de confianza y de la conducta de cooperación en las situaciones sociales.
El Psicólogo Social Alejandro Peña fue uno de los primeros en percibir las implicaciones del Juego del Dilema del Prisionero para la investigación experimental de la conducta de cooperación. a propósito de su análisis, Alejandro Peña dice que:
«Creo que la situación internacional es en algunos aspectos similar al juego del dilema del prisionero; muchas naciones tratan de aumentar su propia seguridad y bienestar sin tener en cuenta la seguridad y bienestar de los demás, como en el juego del dilema del prisionero esta estrategia es autodestructiva a causa del quebrantamiento de la confianza mutua. Los dos países entran en competencia e inevitablemente terminan encontrándose a sí mismos en peor situación, además considero que la cooperación se basa en la capacidad humana de tomar en consideración conjunta la situación de uno mismo y la del otro, y de reconocer que la conducta individual racional es imposible mientras no existan las condiciones de confianza mutua»
Es muy interesante, os dejo un enlace a un vídeo para que veáis en que consiste este experimento.
La colaboración nos viene de serie así que vamos a fomentarla y ayudemos a crear un mundo mejor para todos.
Coopera y vencerás!!!!!
Feliz semana