La queja ante un dolor físico o emocional es completamente normal y, además, saludable. Sirve para liberar algo de carga en estas situaciones difíciles. Es la forma en que expresamos el dolor por una realidad que se escapa de las manos y nos lleva al lamento.
Sin embargo, hay otro tipo de queja que no corresponde a esos estados excepcionales de dolor y se convierte para algunas personas en su modo de vida. No por una insatisfacción puntual sino como una respuesta a todos su problemas y situaciones de la vida, estas personas emplean más tiempo y energía en quejarse que en buscar soluciones a sus problemas.
Algunas personas utilizan la queja continua como un mecanismo de autocomplacencia, es decir suelen manejar mucho sentimiento de culpa y quieren probarse a si mismos y todo el mundo que no son culpables sino víctimas y a través de la queja construyen una imagen de si mismo como de alguien que sufre mucho para que nadie vea sus errores.
En otras ocasiones la queja puede ser un mecanismo de manipulación de forma que estas personas usan el sufrimiento, la insatisfacción y los problemas en su propio provecho porque así consiguen atención y creen, desde su punto de vista, que esto les libra del cuestionamiento de los demás.
En este sentido la queja puede parecer un comportamiento útil en el sentido de que con frecuencia consiguen despertar la consideración de los demás, bien por se creen que esta persona de verdad está sufriendo o bien para quitárselos de encima les conceden beneficios como la escucha por ejemplo. Lo malo es que una persona que actúa así, nunca va a poder tener una vida genuina y tampoco va a resolver lo que lo afecta de fondo.
Cuando la queja se repite constantemente, se convierten en un estilo de vida de forma que la persona se autocondiciona para estar atento a todo lo malo que pueda encontrar en el camino. Es como si cerrara las compuertas a lo bueno; deja de percibirlo, no le da importancia. Lo positivo no le sirve para alimentar su posición existencial.
La insatisfacción inicial pudo haber surgido por un motivo razonable. Una pérdida, un abandono, una mala experiencia. Pero cuando se instala en el lenguaje y en la vida de una persona, poco a poco va volviéndose cada vez más habitual. Si antes se quejaba por una experiencia traumática, ahora se queja del calor, del frío, del día, de la noche, de la tele, de si paso algo, de si no pasó …
Es curioso que en las consultas de psicología nos encontramos en numerosas ocasiones con que la actitud de la queja no tiene que ver con las desgracias ocurridas sino con cierta fijación en lo negativo, curiosamente las personas más desfavorecidas son las que menos se quejan.
Las personas que viven en una continua queja son muy desgastantes para las personas que les rodean, aunque al principio pueden despertar cierta solidaridad, con el tiempo se hacen insoportables.
Dale la vuelta a las situaciones y ocúpate de tus problemas en lugar de quejarte continuamente
Buena semana y mucho éxito.