Hay varios factores que perjudican tu capacidad para apreciar lo que haces y valorar lo que eres. Uno muy importante y que no depende de nosotros es haber crecido en medio de un entorno familiar en donde la autoestima de sus miembros también era escasa. Los padres con una pobre idea de sí mismos, generalmente transmiten la misma creencia a sus hijos.
Desde la psicología se ha estudiado esto y ya se ha visto que quien tiene poca autoestima está más expuesto a los abusos fuera del hogar: no sabe cómo defenderse y no está seguro de que tenga el derecho a hacerlo. También suele tener un nivel menos adecuado de desempeño en sus labores. Se distrae con mayor facilidad y le teme al triunfo.
Está claro que la familia en la que hemos crecido puede ser un factor de riesgo pero no es un precipitante, en función de los hábitos que desarrollemos en la vida adulta mantendremos esta pobre autoestima o la elevaremos a los niveles deseados. Ya de adultos, muchos siguen cultivando costumbres que buscan reafirmar su idea de que valen poco.
¿Cuales son estos hábitos que tanto nos perjudican?
Cuando eres tú quien habla mal de sí mismo, no te estás haciendo ningún favor. No es señal de humildad, ni de reconocimiento de tus errores. Es un mecanismo que revela que estás atrapado en esos mensajes que te descalificaron y ahora los usas para no olvidar que, aparentemente, no tienes derecho de mirarte de otra forma.
Puedes sentir que los demás “saben más”, o “entienden mejor”, o “tienen más autoridad” para decir o hacer. Muchas veces no te detienes a evaluar si lo que dicen o hacen es correcto o cierto; simplemente te basta con que sean ellos los que digan o hagan. Si te detienes un poco a pensar, puede que descubras que no es así. Trata siempre de conectarte con tu verdadera percepción y dale valor a lo que encuentres.
Es posible que, ante las dificultades, tu respuesta sea la de sentir lástima de ti mismo. Te percibes como un niño impotente que debe resignarse a las situaciones negativas, sin poder hacer nada al respecto. No has descubierto que cuentas con recursos para enfrentar situaciones adversas. Que lo importante no es lo malo que ocurre, sino cómo lo recibimos y qué curso le damos. Si dejaras de lamentarte por ti mismo y te dedicaras a pensar en soluciones, descubrirías que incluso los peores momentos son también grandes oportunidades.
Quien tiene poco amor propio tiende a ver la vida en términos de modelos ideales. Le cuesta proponerse objetivos modestos y valorar los logros obtenidos. Siempre está pensando que debe alcanzar más y que lo conseguido, tal vez no es importante. Es una trampa inconsciente para quedar siempre en deuda contigo mismo. ¿Cómo vas a llegar a apreciarte, si no eres capaz de aplaudirte cuando avanzas? No tengas miedo de felicitarte por cada paso que des. Las grandes metas se construyen con pequeños eslabones.
Os dejo un enlace a un cuento de Jorge Bucay que tiene relación con esto.
Disfrutadlo !!!!!!!!!